Cambiar los paradigmas sociales y de negocio no es fácil. Que se lo digan a Airbnb, el portal que se dedica al alquiler de corta estancia de viviendas privadas. Diferentes gobiernos de África están pensado regular la actividad de este gigante del alquiler vacacional (6 millones de alojamientos y presencia en 100.000 ciudades de todo el mundo) para incrementar los impuestos que recaudan y controlar la expansión de este tipo de alojamiento. Sudáfrica es el país donde más alto ha sonado esta necesidad y se une a las principales capitales europeas y americanas en la difícil tarea de controlar este tipo de establecimientos.
Las asociaciones de hoteleros africanas han percibido con rapidez el mismo problema que sus homólogas de Europa y los EEUU: la competencia desleal que ejerce un tipo de alojamiento con muy poca (o inexistente) regulación. En Kenia, Tanzania y Namibia se han oído las mismas voces. Son algunos de los países más turísticos del continente africano. En Kenia ya se han puesto las bases para que las viviendas que se anuncian en Airbnb tengan la obligación de registrarse y de pagar impuestos desde julio. En Tanzania han sido más drásticos: existe obligación de registro desde septiembre de 2018 o el propietario se arriesga a ser arrestado en caso de no hacerlo.
África es un continente gigantesco y cada región del mismo tiene sus propias características. Algunos países son atractivos para el turismo europeo, de Oriente Medio y de otros estados africanos, por lo que las cadenas hoteleras internacionales también se han fijado en la región para su expansión. Este es uno de los motivos que explica el interés de los hoteleros por regular el alquiler vacacional de portales como Airbnb. En Sudáfrica se ha modificado la Ley de Turismo y los alquileres de corta estancia quedan regulados como el resto de alojamientos, por lo que deberán cumplir la misma normativa. Desde el punto de vista social, el incremento del alquiler de viviendas durante cortos periodos encarece el alquiler tradicional y cambia los barrios por completo.
Pero el sector hotelero también está alerta porque Airbnb tiene planes para introducirse en el mismo. La empresa californiana no quiere poseer hoteles, pero sí dedicarse a lo que mejor se le da: intermediar en la venta de noches. Con este fin, Airbnb compró la aplicación HotelTonight en marzo y ofrece desde hace meses la reserva de habitaciones de hotel. Para los hoteleros, Airbnb puede convertirse en otro competidor en la venta a través de Internet, un negocio que hoy controlan las agencias de viajes online (fundamentalmente Booking y Expedia). Un Airbnb fuerte en la venta de noches de hotel le convertiría en otro canal con el que los hoteleros deberían compartir parte de sus ingresos.
Regulación de Airbnb en el resto del mundo
En el resto del mundo la regulación del alquiler de pisos turísticos ha ido por diferentes derroteros, según un artículo publicado en la revista Current Issues in Tourism. En Anaheim (EEUU) la prohibición del uso de portales similares a Airbnb ha sido total. Por su lado, en Nueva Orleans se ha prohibido parcialmente el alquiler de pisos en el barrio de Vieux Carre y se han fijado obligaciones de contar con seguros y otras medidas de seguridad. En Santa Mónica también se han fijado restricciones: cada propietario sólo puede alquilar una vivienda y debe convivir con los huéspedes mientras se produce. Nueva York ha adoptado una fórmula similar y en San Francisco sólo se permite un máximo de 90 noches de alquiler.
En Europa, el desafío de Airbnb se ha tratado con otras fórmulas. Barcelona (España) prohibió la concesión de nuevas licencias de alojamiento en los barrios de la zona antigua, los más saturados y donde más ha cambiado el panorama de inquilinos y comercios. Madrid ha sido la última en aplicar una regulación muy restrictiva porque exige a los pisos turísticos una entrada independiente en el bloque donde se sitúan. Una normativa que está en discusión en los tribunales madrileños.
Por su parte, Berlín (Alemania) prohíbe alquiler apartamentos completos. En Ámsterdam (Holanda) sólo se pueden alojar cuatro huéspedes como máximo y el propietario debe pasar al menos 6 meses en su casa de alquiler, que sólo puede rentar 60 noches al año. En París (Francia) sólo se permite el alquiler durante cuatro meses al año. Y en Londres (Reino Unido), el alquiler de pisos turísticos se limita a 90 noches anuales.
La variedad de regulaciones para limitar los efectos del alquiler de pisos turísticos muestra la complejidad del problema Airbnb. Ningún gobierno tiene claro cómo afrontar una tendencia que se expande por todo el mundo, a pesar de que los efectos que produce (encarecimiento del alquiler residencial, turismo de baja calidad y desaparición del comercio local) son evidentes y están estudiados. Mientras se perfilan unas pautas internacionales para controlar el alquiler de pisos turísticos, Airbnb sigue colonizando ciudades.