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Evolución del turismo español en 2014

by REVISTA80DIAS.ES
Panorámica de Buitrago de Lozoya (Madrid) | Foto: Turismo Comunidad de Madrid
Panorámica de Buitrago de Lozoya (Madrid) | Foto: Turismo Comunidad de Madrid

Panorámica de Buitrago de Lozoya (Madrid) | Foto: Turismo Comunidad de Madrid

El turismo español ha acabado 2014 batiendo récords numéricos, pero con indicadores de un modelo agotado y dependiente de los vaivenes de otros destinos competidores en el Mediterráneo. José Manuel Soria, ministro de Industria, Energía y Turismo, cantará en los próximos días que en el último año han llegado a España casi 65 millones de turistas, una cifra histórica. Y que el gasto realizado por estos turistas habrá rondado los 63.000 millones de euros, aunque en realidad sólo algo más de la mitad de este importe habrá repercutido en la economía española. Un discurso triunfalista de medias verdades que oculta alguno de los puntos negros que las autoridades turísticas españolas y las empresas de este sector no son capaces de corregir.

Sin duda, los 65 millones de turistas que han llegado a España son una buena noticia y muestra el atractivo del país mediterráneo para los visitantes extranjeros. Durante los años de crisis, España no ha bajado de los 52 millones de visitantes, lo que ha contribuido a mantener en cierta manera la actividad económica del país, puesto que cada visitante supone un flujo de dinero a comercios, restaurantes, hoteles y otras empresas. De hecho, la cifra alcanzada en 2014 es un 12% mayor que la de 2007, el año previo a la crisis económica y financiera que barrió el mundo occidental. Pero la clave es qué tipo de turista es el que visita España.

La respuesta es que el visitante de España tiene muy baja rentabilidad. Según las estadísticas oficiales del Instituto de Estudios Turísticos (IET), el 55,7% de los turistas extranjeros se distribuyen, de mayor a menor volumen, entre británicos, franceses y alemanes. Pero las mismas estadísticas de gasto nos dicen que los turistas británicos se dejan en el país una media de 847 euros, los franceses, 617 euros; y los alemanes, 954 euros. Los datos contrastan con el gasto medio de los turistas que provienen de los países nórdicos: 1.147 euros de media. O con el de los estadounidenses: una media de 2.069 euros. La encuesta Egatur no refleja el gasto de los rusos, pero supera los 1.000 euros también.

Es decir, que el número de turistas se ha incrementado en aquellos mercados menos rentables durante 2014. Este hecho es consecuencia de que la oferta turística española se basa fundamentalmente en el litoral mediterráneo y los archipiélagos de Baleares y Canarias. Es decir, sol y playa que atrae a un turista muy concreto, con un presupuesto muy ajustado y que se suele gastar poco en los destinos que visita. Por su lado, el turismo estadounidense, nórdico o chino es más proclive a visitar centros culturales y a realizar compras, con lo que su gasto se incrementa.

Otro problema es que el tipo de turista que llega a España es muy sensible al precio, por lo que si otros destinos del arco mediterráneo, como Túnez o Egipto, que recuperan su estabilidad política, ofrecen precios más baratos por el mismo tipo de producto, España puede perder un buen número de visitantes. Esto no sucedería con un visitante más cualificado, que se sienta atraído por la oferta cultural, gastronómica y natural de España. Pero encontrar a ese turista, que existe, es tarea ardúa y de años, que exige una adaptación de las administraciones españolas, pero también de las empresas y los empresarios del sector.

Ninguna mejora en los ingresos

Otra de las zonas oscuras que no mencionará el ministro Soria es el de que cada año que pasa, el ingreso medio por turista desciende. Exceltur, el lobby que agrupa a las empresas turísticas más importantes de España, calcula que España habrá ingresado unos 48.945 millones de euros por turismo en 2014, un 3,95 más que hace un año. Sin embargo, el ingreso medio por turista se ha situado en los 754 euros, un 3% menos que hace un año. Si se considera el ingreso real, es decir, descontando la inflación (la subida de precios anual), desde al año 2000 los visitantes al país mediterráneo se dejan un 32% menos. Estas cifras indican claramente que España gana turistas con un poder adquisitivo más reducido.

Más llegadas de turistas implican unos mayores ingresos, pero no necesariamente un mayor gasto medio por visitante. Es decir, que si los ingresos por turismo crecen es gracias a que el número de turistas también lo hace, pero no porque los visitantes que llegan a España sean más adinerados o busquen experiencias de mayor calidad y precio. Hay que reconocer que desde el Ministerio de Turismo se han puesto en marcha varios planes, pero se han desaprovechado cuatro años de legislatura del Partido Popular para verificar algún cambio significativo.

Por ejemplo, el plan de turismo de compras pretende atraer a un visitante con mayor poder adquisitivo que disfrute del resto de encantos de España, pero que también consuma productos de mayor calidad. El problema es que para recibir a este visitante el país y las empresas deben adaptarse. El plan de turismo integral contemplaba otras muchas medidas, pero problemas como la dispersión legislativa siguen dañando la competitividad del sector turístico. El turismo rural, que se podría usar como punta de lanza para promocionar los destinos del interior español y desestacionalizar los flujos de turistas extranjeros (que se concentran en verano) tampoco acaba de ser un segmento de referencia y depende mucho del turista español. Tampoco se aprovechan las posibilidades del turismo de salud y de la artesanía. El cambio no puede ser inmediato, pero también es cierto que estos problemas se conocen desde hace diez años.

Más empleo, pero ¿de qué calidad?

Una de las buenas noticias es que el incremento de turistas y de ingresos ha traído mayor empleo en las empresas del sector turístico y del comercio. Según Exceltur, el turismo ha generado empleo neto en todos los meses del año 2014, con un máximo de 67.000 afiliados a la Seguridad Social en actividades turísticas en mayo. En el comercio ha sucedido lo mismo, con una media de 57.286 empleados en 2014, aunque no todos se deben a la actividad turística, también a la recuperación económica de algunas capas de la población española.

Sin embargo, un tema que siempre rehuyen los empresarios es la calidad de ese empleo. El Instituto Nacional de Estadística (INE) refleja que el salario medio en la hostelería es de 13.867 euros, es decir, 990,5 euros mensuales, si se divide en 14 pagas. La cifra contrasta con lo que ganan de media los empleados de comercio (19.473,68 euros, 1.390 euros mensuales) o los de la construcción (22.686,24 euros, 1.620 euros mensuales). Y ello a pesar de que en hostelería existen empleos cualificados: con idiomas o formación universitaria y de posgrado. La calidad del empleo turístico está muy ligada a la calidad del turista que nos visita. Si el turista desea experiencias más sofisticadas, su gasto será mayor, el personal que lo atienda deberá estar más cualificado y cobrará más por su trabajo.

Activación del turista español

Exceltur estima que la actividad turística ha crecido un 2,9% durante 2014, por encima del crecimiento registrado por la economía española. Buena parte de este incremento se debe al turista que llega de fuera, pero la otra mitad depende del turista español. Por primera vez en muchos años, los pagos que los españoles han realizado para viajar al extranjero se han incrementado un 9,6%. Dentro de España, las pernoctaciones en hoteles han crecido (3,4%), al igual que en turismo rural (10,3%) y en campings (6,9%). Los pasajeros en tren también se han elevado un 14,7%.

Las cifras indican que la confianza de los españoles en su evolución económica mejora, aunque no hay que olvidar que la tasa de paro se encuentra por encima del 24% y que se mantendrá en niveles superiores al 20% en los próximos diez años, según diversos organismos internacionales. Además, con la reforma laboral aprobada por el Gobierno de Mariano Rajoy (Partido Popular), el empleo que se crea es más inestable, con tasas de temporalidad que siguen creciendo y contratos que se pueden romper por el empresario con mayor facilidad y menores costes. En un mercado de trabajo dinámico, esto no sería un problema, cosa que no ocurre en España, que se enfrenta a contar entre sus desempleados a una masa de personas con poca o muy baja cualificación para los trabajos que se demandan.

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