El encanto que Buitrago del Lozoya, municipio en la linde entre Madrid y Segovia, atesora en su recinto fortificado y fuera de él lo pierde cuando se visita El Pinar. Se trata de una zona verde, anunciada por el propio ayuntamiento de la localidad como área recreativa, y que destaca por su suciedad. Este medio ha visitado Buitrago el último fin de semana de agosto y, además de quedar sorprendido por los detalles pintorescos de este pueblo a los pies de la Sierra Norte, y por la cantidad de visitantes jóvenes, también se ha visto asaltado por el poco cuidado del ayuntamiento por mantener limpio de excrementos y basuras El Pinar.
En primer lugar, que esta área verde se encuentre en esas condiciones es culpa de los visitantes y ciudadanos incívicos, cuyas casas deben ser una verdadera porquera, si repiten el mismo comportamiento que en El Pinar. Sin embargo, es misión del ayuntamiento, y más en una ciudad turística como Buitrago, ocuparse de imponer sanciones a quienes ensucien y de limpiar las zonas de la ciudad, sobre todo las áreas verdes. El Pinar se encuentra apartado del núcleo central de Buitrago y, al buscarlo en Google Maps, parece un lugar ideal para descansar, tomar fuerzas e incluso realizar un picnic observando el perfil de la ciudad y el lento discurrir del río Lozoya alrededor de la misma. Craso error a la vista de la suciedad.
Que un destino sea atractivo para los visitantes y potenciales turistas no sólo depende de su patrimonio o de lo bien que se venda. La prueba del algodón llega cuando el viajero está sobre el terreno y es una de las claves de la competitividad de los lugares turísticos. La abundancia de visitantes sobre los destinos es un problema para su sostenibilidad social, económica y medio ambiental. Por eso, los ayuntamientos y las comunidades autónomas deben estar alertas y crear mecanismos para corregir los efectos desfavorables, como la suciedad o el ruido. No es sólo una cuestión de imagen, sino de cuidar el medio ambiente, que es de todos, y a los propios vecinos.
En una información que publicamos en febrero, investigadores de la Universidad de Jaén y de Extremadura evidenciaron que la inversión en turismo sostenible no perjudica a los destinos. Al contrario, puede crear empleo más cualificado y mayor rentabilidad, si cuenta con buenos gestores. Lidia Andrades, profesora del departamento de Gestión del Negocio y Sociología de la Universidad de Extremadura, explica que el turismo sostenible se asienta sobre la conservación de los recursos ambientales y culturales, que va acompañado de la sostenibilidad económica “ya que si no hay un modelo rentable, de ninguna manera se van a poder preservar los recursos”, refiere Andrades. Vinculado al pilar económico, se encuentra la parte social, con la que se pretende que el desarrollo económico de un destino produzca riqueza e impacte en el territorio donde se desarrolla. La última dimensión a tener en cuenta es la institucional: “si no hay un consenso a nivel político para dar soporte al desarrollo turístico y este queda a expensas de los planes que realizan los gobernantes cada cuatro años, evidentemente este desarrollo no es sostenible en el tiempo, porque no es suficiente periodo para establecer planes estratégicos, implementarlos, evaluarlos e introducir mejoras”, sostiene Andrades.
La suciedad de Buitrago es una muestra de la falta de un plan turístico completo para la Comunidad de Madrid y sus municipios (no hay que olvidar que Buitrago forma parte de la red de Villas). No basta con decir que se va a hacer tal o cual, o que se va a promocionar esto o aquello. Es indispensable confeccionar un plan integral que contemple la adecuación de los destinos, el tipo de turista al que se dirige, la promoción concreta que se realizará, los servicios asociados que se deben dar y el cuidado del medio ambiente que todo ello conlleva. En municipios como Buitrago, en los que la naturaleza es uno de sus atractivos clave, la suciedad y la despreocupación por el medio ambiente es un pecado capital que pasa factura al visitante y a los propios habitantes del municipio. Y este no es sólo un problema de Buitrago. Hace pocas semanas, el Gobierno de la Comunidad de Madrid anunciaba la puesta en marcha de un plan para limpiar el curso del río Manzanares a su paso por La Pedriza, una zona del Parque Nacional de Guadarrama con una fuerte presión turística y un incivismo alarmante que destroza y ensucia su entorno.
Otra muestra de la falta de un plan turístico concreto, y de la poca seriedad de todo tipo de instituciones para construirlo y llevarlo a cabo, es que en el Museo Picasso de la localidad no hubiese un profesional turístico el sábado 29 de agosto. La persona que repartía las entradas y tenía que lidiar con los turistas, nacionales y foráneos, era un vigilante de seguridad, cuyo trabajo no es la promoción. ¿Qué pensarían los visitantes norteamericanos que le pidieron información en inglés cuando fue incapaz de expresarse fluidamente en este idioma? Estarán acostumbrados, porque esto es lo común en un país como España, a pesar de ser el tercero del mundo por recepción de visitantes extranjeros. Para los curiosos: el vigilante salvó la papeleta lo mejor que pudo y se hizo entender. Y de forma muy amable.
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