¿Cambiará el turismo a Arabia Saudí?

El Gobierno de Arabia Saudi quiere llevar 2 millones de viajeros anuales a Mada in Saleh, 1.000 km al noroeste de Riad, la capital de Arabia Saudí, según un artículo de la revista The Economist. Este lugar es un antiguo sitio nabateo que conserva decenas de tumbas y fue un importante paso de las rutas comerciales que discurrían desde el sur de la península arábiga hasta la ciudad de Petra, en la actual Jordania. Pero este objetivo presenta dos importantes desafíos.

Al igual que en Petra, los nabateos de Mada in Saleh esculpieron en la amarillenta roca del desierto con inscripciones, figuras de animales y portadas de entrada con inspiración griega. Hasta ahora, sólo los arqueólogos y pocos viajeros habían accedido a la zona, por lo que el lugar es todavía bastante desconocido.

A estas ansias de abrir Mada in Saleh al turismo se presentan dos problemas. El primero es la política de Arabia Saudí, un país musulmán conocido por su rigorismo en la aplicación de la ley islámica. El alcohol, el atuendo de las mujeres, la facilidad para conseguir visas turísticas… Arabia Saudí no es un ejemplo de país que reciba al turista occidental con los brazos abiertos. El príncipe Muhammad bin Salman, soberano que rige los destinos de Arabia Saudí y famoso en los últimos meses por la posibilidad de que participase en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, está decidido a facilitar la apertura del país. Arabia Saudí ha vivido de las rentas del petróleo, como uno de los mayores productores de crudo, mientras el precio de esta fuente de energía se ha mantenido alto. Ahora que el petróleo pasa por horas bajas, el turismo y los servicios son una de las salidas para el país arábigo por las posibilidades de creación de empleo y riqueza que ofrecen a una población tan joven (dos tercios tiene menos de 30 años) y habituada a vivir bajo precios subvencionados.

El segundo problema es la posibilidad del turismo masivo. Suponiendo que la apertura de Mada in Saleh como lugar turístico tuviera éxito, la afluencia continuada de visitantes puede poner en peligro la esencia de este lugar y prostituirlo como ha sucedido con otros destinos, véase Venecia o Barcelona. No son casos comparables, ya que las dos ciudades son destinos urbanos, pero los estudios sobre la afluencia masiva de turismo muestran que un descontrol sobre los flujos tiene más incidencias negativas que positivas: polución, deterioro del medio natural, etcétera. En 2018 visitaron Petra 400.000 personas. El objetivo anual para Mada un Saleh es de 2 millones.

Mientras se decide, Bin Salman ha creado una comisión para el desarrollo del desierto de Al Ula, donde se encuentra este enclave nabateo, y ha firmado con Emmanuel Macron, el presidente de Francia, un acuerdo de inversión conjunta para crear una agencia de desarrollo en la zona dotada con 300 millones de euros para infraestructuras, arqueología o cultura, entre otros. Las cosas parece que no van bien, porque algunos responsables de la agencia han dimitido hablando de falta de objetivos y de caos. Pero la golosina de millones de euros para empresas francesas es demasiado apetitosa como para dejarla pasar de largo.

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