Japón no es un país que se prodigue mucho en la promoción turística. Sin embargo, el gobierno nipón se ha fijado como objetivo incrementar en cinco años el número de turistas de los 19,7 millones que visitaron el país en 2015 a los 40 millones previstos para 2020. Tendrá que cambiar muchas cosas en su comportamiento si quiere llegar a estas cifras, ya que en juego se encuentra incrementar los 3,5 billones de yenes (28.882 millones de euros) que Japón ingresa por turismo cada año y que se pueden dedicar a inversiones productivas.
Un informe de la consultora McKinsey and Company destaca que el turismo extranjero hacia Japón crecerá en 10,9 millones de personas hasta 2020, cifra que sumada a los 19,7 millones del último año se queda lejos del objetivo de 40 millones. El 72% de los turistas que arriban a Japón proceden del Este de Asia, es decir, son viajeros de proximidad. Sólo un 2,9% de los turistas que eligen Japón como destino proceden de países occidentales, como los europeos o los EEUU, que curiosamente son las regiones en las que se producen más viajes al extranjero.
Además, Japón se encuentra con otro escollo: el atractivo turístico de China y los países del sudeste asiático. El resultado turístico de Japón, que podía ser mejor, es producto de una estrategia mediocre. Por un lado, el paso acertado de relajar los requisitos para que los viajeros procedentes de China, Malasia y Tailandia puedan visitar el archipiélago nipón sin necesidad de obtener un visado. Ello ha facilitado que desde 2011 a 2015, el turismo extranjero a Japón haya aumentado un 33%. El crecimiento económico en China, la firma del acuerdo de cielos abiertos, que ha permitido incrementar el número de vuelos a Tokio, y la pérdida de valor del yen (la moneda local) frente al dólar, han hecho el resto.
El paso desacertado ha sido, durante mucho tiempo, la nula inversión promocional de Japón en los países occidentales para atraer a un turista con un mayor gasto. El informe de McKinsey señala que la alta dependencia del turista chino hoy es una ventaja para Japón, pero puede convertirse en un arma de doble filo. El cambio en las preferencias o la desaceleración económica en el gigante asiático puede hacer que los turistas chinos no viajen o cambien de destino. “El portfolio turístico [de Japón] debe ser diversificado para atraer a viajeros occidentales mientras sigue satisfaciendo a la mayoría de sus visitantes: los que proceden del Este de Asia”.
Otro de los problemas que debe resolver Japón es que el gasto mayoritario de los turistas extranjeros se realiza en las grandes ciudades como Tokio, mientras que en las áreas menos urbanas este gasto turístico cae un 30%. La consultora estima que se pierden 600.000 millones de yenes (4.949 millones de euros) cada año por este hecho y que uno de los objetivos que debe conseguir el gobierno nipón es cualificar los destinos no urbanos para que el gasto turístico se eleve en ellos.
La capacidad hotelera de Japón también es otro impedimento que el país deberá salvar en los próximos años. En ciudades como Tokyo, Kioto u Osaka, la ocupación de los alojamientos se sitúa en el 80% de media. Por su lado, la utilización del aeropuerto de Tokyo-Haneda se encuentra en el 95%. La cuestión de las infraestructuras es más importante porque en 2020 se celebrarán los Juegos Olímpicos en Tokyo, lo que obliga a Japón a adecuar el país para la recepción de deportistas, aficionados y turistas. Buena parte de este gasto se podría financiar con los ingresos por turismo si el gobierno nipón hace bien sus deberes.