Desde los campos amarillos de colza que abrazan el camino que lleva a Santiago de Compostela se divisa el perfil de Santo Domingo de la Calzada. Y en este skyline rural, la torre de la catedral señala a los dos protagonistas de su interior: un gallo y una gallina. Vivos. Esta imagen sucede en este templo religioso, el único que tiene reconocida la potestad para mantener animales en el interior de la iglesia, uno de los lugares que ver en Santo Domingo de la Calzada.
Qué hacen esos animales allí, y por qué, es parte de la leyenda que se ha construido alrededor de la catedral riojana, que comparte título con la de Logroño, considerada concatedral. Lo primero que hay que explicar es que Santo Domingo fundó el pueblo en este lugar deshabitado hace más de 900 años. Lo hizo porque veía como los peregrinos que seguían camino hacia Santiago se perdían entre los frondosos bosques que existían en ese momento. Domingo era un ermitaño, pero no dudaba en socorrer a los peregrinos e incluso al final de su vida se fundó la primera cofradía para atenderlos. Francisco Suárez, párroco de la catedral, explica que el santo construyó “un puente, un hospital, un camino (porque el de Santiago no pasaba por aquí) y una ermita para los peregrinos”.
Cuando Domingo muere, después de haber vivido 90 años en una época en la que superar los 40 ya era un milagro, es enterrado en mitad del camino que él había trazado. Y cincuenta años después, en 1158, se empieza a construir la catedral. Hoy la tumba de Santo Domingo descansa en el interior del templo, en el mismo punto en que fue sepultado, pero cuando la iglesia comenzó a construirse, el santo se encontraba fuera, ya que estaba prohibido enterrar en el interior de los lugares sagrados.
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¿Qué hace un gallo en la catedral?
Unos años después llega una familia alemana a Santo Domingo. Siguen el Camino de Santiago y se hospedan en la localidad. La hija del hotelero se queda prendada del retoño de los alemanes, pero éste no corresponde a su enamoramiento. Como represalia, la niña introduce una copa de plata de la hospedería en el equipaje del muchacho y, cuando han partido al día siguiente, le acusa de robo. La sentencia es clara: muerte por ahorcamiento para el joven. La pena se cumple y, cuando los padres se van a despedir del cadáver de su hijo, acuden al lugar del ajusticiamiento y le encuentran vivo. Es un milagro del santo, ya que el hijo les comenta que se había encomendado a Santo Domingo.
Con este panorama, los padres acuden al corregidor, quien había dictado la sentencia de muerte, y éste dijo que el joven alemán estaba tan vivo como la gallina y el gallo que se iba a comer y se encontraban en la cazuela. Al levantar la tapa, los animales recuperaron la vida y comenzaron a correr sobre la mesa del corregidor. Por este motivo hay un gallo y una gallina en el interior de la catedral de Santo Domingo, con los que se recuerda uno de los hechos milagrosos que se atribuyen al santo. Desde el siglo XIV consta en documentos la presencia de ambos animales en el interior de la iglesia.
Suárez explica algunas anécdotas, como que muchos turistas “te preguntan dónde hay que echar la moneda para que cante el gallo”. En esta ocasión hemos tenido suerte y el animal rompe el silencio de la catedral con su cacareo.
Torre exenta de la Catedral de Santo Domingo
Uno de los elementos más interesantes de Santo Domingo se encuentra en el exterior de la catedral, separada de la misma: la torre. La iglesia ha contado con cuatro torres, tres de ellas derruidas por la deficiente construcción. Francisco Suárez refiere que la última se fabricó con cuerno de toro y vaca, que evita que los materiales constructivos se pudran. El problema que tenía la anterior edificación era que los cimientos se deterioraban debido a la humedad del suelo, que se encuentra sobre diferentes acuíferos. La torre actual tiene 70 metros, es de estilo barroco y hace visible a Santo Domingo desde la lejanía.
Otro elemento esencial de Santo Domingo de la Calzada es el retablo, realizado por Damián Forment en el siglo XVI y policromado por Andrés de Melgar. Cuenta con diferentes figuras mitológicas que nada tienen que ver con la religión cristiana y es de los últimos que pudo adornarse de esta manera, pues tras el Concilio de Trento se prohibió el uso de elementos que no tuviesen que ver con las sagradas escrituras.
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