MADRID.- La biblioteca personal dice mucho de uno mismo y la del artista nos puede dar pistas de por dónde fue su pensamiento y cómo influyó en su obra. Con motivo del cuarto centenario de la muerte del Greco, el Museo del Prado alberga una exposición sobre la biblioteca del pintor hasta el 29 de junio. Este medio ha charlado con José Riello, profesor de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid y uno de los comisarios de la muestra, para que desgrane el sentido de las 30 obras mostradas, algunas con más de 400 años de antigüedad.
La biblioteca del Greco se conoce por los inventarios que hizo su hijo en el momento de su muerte. Estaba formada por 130 volúmenes y en la muestra del Prado sólo figuran cuatro que fueron de su propiedad, mientras que el resto pertenecen a otras bibliotecas y se han usado para realizar una reconstrucción. Riello explica que “la lectura es la mejor de las herramientas para construirse uno a sí mismo una determinada concepción del mundo”, de ahí la importancia de esta exposición para intentar acercarse al pensamiento del artista. No obstante, el profesor de la UAM añade que “no podemos decir con total seguridad que El Greco leyó todos y cada uno de los libros que tuviera en su biblioteca, exactamente igual que pasa con cada uno de nosotros”.
En esta era digital, ¿qué importancia tiene mostrar unos libros que compartieron existencia vital con el pintor? Riello explica que en el siglo XVI “no todo el mundo tenía posibilidades de comprarse libros” y que las obras impresas de la época hay que “entenderlas como un objeto superfluo, cuando la gente se preocupaba por asegurarse su propia supervivencia y la de los suyos”.
A través de la biblioteca del pintor se ponen en duda los tópicos que se han inmortalizado sobre su figura y su arte. Ni fue un místico ni se sabe todo lo que se cree saber. El arte clásico y la pintura italiana tuvieron una influencia decisiva en el Greco para que pintase como lo hizo. Pero en la exposición se muestra un detalle que puede sorprender al neófito: y es que el Greco se interesó por la arquitectura. De hecho, en el centro de la sala se encuentra el Vitrubio con las anotaciones del artista. Sobre estas apostillas, el profesor de Historia del Arte manifiesta que son las de un “pintor que reflexiona sobre las artes de una manera inédita en lo que era la España del finales del XVI y comienzos del XVII y que lo hace interpretando la pintura como una herramienta que sirve para explorar las maravillas de lo real, y pintar lo que él llama ‘lo imposible’, realidades de las que no tenemos experiencias sensoriales, pero sí que existen, sobre todo en la España que le tocó vivir”.