Históricamente, los peregrinos llegaban a pie desde cualquier lugar hasta la Catedral de Santiago de Compostela, donde descansan los huesos del santo. Ni que decir tiene que el viaje era largo e incómodo (algunos consejos para hacer el Camino de Santiago a pie) y que la higiene no era una cuestión prioritaria en aquellos años. De ahí, que en la catedral se encendiera un incensario de gran tamaño, un poco por ritual y un mucho por ocultar el hedor que se concentraba allí durante el culto.
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Una vez cumplida la promesa se debía continuar el camino hasta el mar, hasta el final del mundo conocido: Finisterre. Allí se llevaba a cabo un baño ritual que lavaba a los peregrinos de esos pecados que les había perdonado el santo y, ya de paso, los dejaba en condiciones para seguir su camino. Al fin y al cabo bañarse una vez al año no hacía daño. Pero el Camino de Santiago original termina en Santiago de Compostela, aunque hay otras versiones sobre dónde termina el Camino de Santiago.
¿Dónde empieza el Camino de Santiago?
Realmente, el Camino de Santiago puede empezar donde cada uno quiera. Un día, un amigo de esta corresponsal cogió una mochila, cerró la puerta de su casa y se puso a andar. Se hizo el Camino entero; para él, el Camino empezó en la mismísima puerta de su hogar. Oficialmente, para obtener la Compostela (el documento que acredita que se te han perdonado todos los pecados) hay que realizar un recorrido mínimo de 100 km a pie o 200 km en bicicleta hasta Santiago. Además hay que comprar previamente una credencial de peregrino, que cuesta unos 2 euros, que es una especie de pasaporte que se sella en cada pueblo por el que se pasa para demostrar que hemos estado ahí.
Una vez en Santiago se puede comprar la Compostela con la credencial de peregrino llena de sellos (de los últimos 100 km ó 200 km, si hemos arribado en bici). Esto es así en caso de que el peregrino explique que lo ha hecho por motivos religiosos, ya que los que viajan por amor al arte tienen otro tipo de documento que no perdona pecados. Para obtener la Compostela es imprescindible “tener alma”, lo que no se sabe bien cómo comprueban en la Oficina del Peregrino, pero por lo pronto, a los animales no se la dan.
Así que, para ser considerado peregrino de forma “oficial” o “con papeles” se deben cumplir dos requisitos. Primero, comenzar el Camino de Santiago a 100 km de distancia de la capital o a 200 km si vamos en bici. En segundo lugar, hay que contar con la credencial de peregrino e ir sellándola en cada pueblo por el que pasemos hasta Santiago.
¿Cuántos Caminos de Santiago hay?
Tradicionalmente hay cinco caminos oficiales: la Vía de la Plata, que recorre más de mil kilómetros, partiendo de Sevilla, y atajando por Puebla de Sanabria y Orense hasta Santiago de Compostela. Otra alternativa es no abandonar la Vía propiamente dicha y alcanzar la ciudad de Astorga (León), donde enlaza con el Camino Francés.
El Camino Francés y el Aragonés, declarado como Patrimonio de la Humanidad, es el primer Itinerario Cultural Europeo. Esta ruta es conocida como el “Camino de los Caminos” por su importancia artística, la afluencia de peregrinos y su peso histórico, pues no en vano es el más utilizado desde el siglo XII por los caminantes en su peregrinación hacia Santiago. Tras pasar los puertos pirenaicos de Somport (Huesca) y Roncesvalles (Navarra), la ruta francesa y aragonesa se unen en el Puente de la Reina y siguen por La Rioja, Burgos, Palencia y León para entrar en Galicia por O Cebreiro.
El Camino Francés parte de Saint Jean Pied de Port (Francia) y consta de casi 800 kilómetros hacia el oeste, con la Vía Láctea que acompaña al peregrino, mientras que el Camino Aragonés sale de Somport y sigue durante seis jornadas el cauce del río Aragón hasta llegar al embalse de Sangüesa.
Por su lado, el Camino del Norte o de la Costa, que es el camino primitivo o auténtico que hacían los primeros cristianos para abrazar al santo. Sale de Irún (País Vasco) y es la ruta más histórica que se seguía, tratando de evitar los enclaves de dominación musulmana. En su mayor parte discurre por tierras cántabras y tiene fama de ser el más bonito. Uno de sus mayores atractivos es que permite acercarse a San Andrés de Teixido, conocer la historia del “camino interior” y así evitar la maldición de tener que visitarlo después de morir.
Por último, la Ruta Jacobea del Ebro, un camino que se hace con la inseparable compañía del río homónimo. Aunque solo fuese por este hecho, esta ruta ya sería por sí sola muy interesante. Oficialmente comienza en Tortosa, pero tiene muchas variantes.
A parte de estos 5 caminos oficiales, lo cierto es que hay un sinfín de posibles rutas, muchas con nombre y otras listas para ser descubiertas por un peregrino intrépido.
40 comments
Buen artículo que incide en puntos menos tratados de la peregrinación, pero permitame diferir un poco sobre los motivos por los que el peregrino seguía hacia el Finisterre.
El final fue, es y será, para el peregrino, la tumba del Santo en Compostela (allí, en la Cruz ddo Farrapos, actualmente en las cubiertas de la Catedral, el peregrino quemaba sus viejas ropas y las cambiaba por una nuevas que el Cabildo le entregaba), pero una vez allí había principalmente dos inquietudes para muchos de ellos. Por un lado visitar Padrón y conocer el lugar donde la tradición situa la llegada de la barca con los restos del Santo (señalado en dirección contraria al Camino Portugues, se puede realizar hoy día).
Por otro lado, para el hombre medieval la visión del mar, si vivia tierra adentro, no era frecuente; ello unido a las tradiciones que acoge el Finisterre despertó siempre la curiosidad del peregrino por conocer el Fin de la Tierra conocido, donde el acervo pagano cristianizado por el santo Cristo de Fisterra y la Virgen de la Barca de Muxia, les daban la escusa perfecta para dentrarse en esa “prolongación jacobea”. En la Playa de Lagosteira, a la vista del Cabo Finisterre, se cuanta que muchos peregrinos se bañaban en el mar, impresionados por su visión.
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Por otro lado, para el hombre medieval la visión del mar, si vivia tierra adentro, no era frecuente; ello unido a las tradiciones que acoge el Finisterre despertó siempre la curiosidad del peregrino por conocer el Fin de la Tierra conocido, donde el acervo pagano cristianizado por el santo Cristo de Fisterra y la Virgen de la Barca de Muxia, les daban la escusa perfecta para dentrarse en esa “prolongación jacobea”. En la Playa de Lagosteira, a la vista del Cabo Finisterre, se cuanta que muchos peregrinos se bañaban en el mar, impresionados por su visión.
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