El año en que Oyo Hotels vivió peligrosamente

Oyo Hotels ha sido una de las marcas más nombradas en el mundo turístico durante 2019. La empresa india, creada por Ritesh Agarwal se ha convertido en noticia por las múltiples inversiones que ha recibido (3.200 millones de dólares) y por las compras de otras compañías. También porque Oyo ha ido acumulando durante 2019 un conjunto de polémicas que lo traían continuamente a las portadas de muchos medios.

La realidad es que Oyo Hotels nació en la India como una respuesta al fragmentado mercado hotelero del país asiático. En la India abundan los pequeños propietarios de hoteles con establecimientos de baja calidad y poca ocupación. Agarwal se propuso dos cosas: unificar en calidades y servicios estos pequeños alojamientos y conseguir que su ocupación aumentase a través de las reservas online, lo que le daría mayor rentabilidad a sus propietarios. En poco tiempo, el joven empresario fue sumando hoteleros a su portal de reservas y atrajo inversores de la talla de Softbank, fondo dirigido por el japonés Masayoshi Son y que está detrás de empresas como Uber, Alibaba o WeWork.

La inversión de los grandes fondos tiene ventajas e inconvenientes. Lo bueno es que las empresas invertidas se encuentran, de golpe, con mucho dinero para acelerar sus planes de negocio. Lo malo es que esta aceleración no siempre acaba bien y dejar que los grandes inversores entren supone vender el alma de la empresa al diablo de los resultados rápidos. Las inversiones en Oyo Hotels le han servido para comprar empresas que ayuden en su desarrollo tecnológico, para desembarcar en Europa y EEUU y diversificar su negocio en otras áreas, como reserva de apartamentos o incluso una cadena de cafeterías.

Sin embargo, tanto ruido también ha provocado problemas. En la India, varios hoteleros han presentado denuncias contra Oyo por los supuestos impagos de comisiones de la empresa de Agarwal, quien lo ha negado. En EEUU, las asociaciones de hoteleros se han quejado de la entrada de este competidor, que puede poner en peligro el negocio de las grandes compañías si logra estandarizar los alojamientos de menor categoría del país americano. A pesar de que el mercado estadounidense no tiene nada que ver con el indio o el europeo, porque está muy consolidado y hay muy poco hotelero independiente. Además, las autoridades de competencia de la India están investigando a la empresa por posibles prácticas monopolísticas. Por su lado, el diario The New York Times publicó el 2 de enero una información sobre prácticas ilegales en Oyo. Según la información del Times, la compañía ofrece en su página web habitaciones en hoteles que ya no están asociados y en alojamientos que no tienen licencia. Además, entre otras irregularidades, empleados de Oyo habrían sobornado a policías para evitar problemas legales. En una carta a sus empleados, Agarwal no ha negado las acusaciones y ha dicho que estas prácticas van contra el código de conducta de la empresa.

Por si todos estos frentes fuesen pocos, en los últimos meses de 2019 se ha puesto en duda el modelo de negocio de Oyo. La empresa inició sus operaciones con un objetivo en mente: no ser propietario de activos hoteleros. La compañía india firmaba acuerdos con los hoteleros interesados mediante los que estos se obligaban a cumplir una serie de estándares de calidad y marca, mientras que Oyo vendía sus habitaciones en su web y les cedía un porcentaje de esa venta.

Sin embargo, durante 2019 este modelo ha variado. Mientras que las principales hoteleras se han ido deshaciendo de establecimientos y se han centrado sólo en la gestión de los mismos, Oyo ha decidido comprar hoteles, es decir, ladrillo, bienes físicos. En el mercado hotelero internacional es tendencia que las grandes marcas vendan sus edificios a fondos inmobiliarios, que los alquilan y permiten la gestión de los mismos. De esta manera, las hoteleras liberan sus balances de ladrillo y se protegen frente a futuras crisis en las que el precio de los inmuebles pueda bajar y sean difíciles de vender. Esto dañaría los balances y las cuentas de las empresas. Pero Oyo ha ido contracorriente y ha pasado de ser una empresa que ofrece servicios de reserva a una hotelera que cuenta con alojamientos en propiedad.

Encontrarse bajo la sombra de Softbank tampoco ha ayudado en esta percepción. El fondo de inversión fue muy criticado en diciembre por su apuesta por WeWork, empresa de espacios de coworking, y la frustrada salida a bolsa de esta compañía por sus elevadas pérdidas y valoración inflada. Y estas críticas se extendieron a algunas de las nuevas empresas en las que Softbank ha invertido, como Oyo, y en las que su rentabilidad no acaba de verse por ningún lado. La compañía india espera ser rentable en 2022 y para su ejercicio fiscal 2020 prevé obtener una pérdida de 285 millones de dólares.

Pero estos resultados no convencen a Softbank, que está obligando a Oyo y a Agarwal a replegarse para alcanzar la rentabilidad lo antes posible. Así, en la India, Oyo ha dado de baja 65.000 habitaciones en su sistema de reserva desde octubre, según The New York Times. La compañía también ha dejado de vender habitaciones en 200 pequeñas ciudades del país asiático y ha despedido a 2.000 trabajadores en todo el mundo, un paso que ya había anunciado el digital The Economic Times en diciembre. Parece que 2020 será el ejercicio del éxito o el fracaso de Oyo Hotels.

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