MADRID.- Brasil acogerá el Mundial de Fútbol desde el 12 de junio y el país iberoamericano espera usarlo como carta de presentación al mundo para estimular su turismo y modificar la imagen del mismo. No será fácil, ya que los problemas propios del mayor estado de Latinoamérica han provocado protestas de sus ciudadanos en los últimos meses, que en muchos casos ven la celebración del mundial como un gasto innecesario. En cualquier caso, Brasil prevé que 3,6 millones de turistas acudan a los partidos del Mundial, de los que sólo 600.000 serán extranjeros.
El país de procedencia de la mayoría de turistas extranjeros que viajen a Brasil para ver los partidos del Mundial será EEUU, por proximidad, junto con Chile, México y Argentina. De Europa también se esperan llegadas, sobre todo de los países con más tradición futbolística, como Francia, Países Bajos o España. Dentro de Brasil, las principales ciudades serán las sedes de los partidos: Sao Paulo, Río de Janeiro (ver reportaje), Salvador, Brasilia, Recife, Manaos, Cuiabá, Belo Horizonte, Curitiba, Porto Alegre, Fortaleza y Natal.
Asimismo, los aeropuertos de las doce ciudades sedes del Mundial recibirán 26 millones de pasajeros durante periodo en 279.000 vuelos, con alrededor de 13.800 frecuencias semanales. Estos son algunos de los principales números que dejará el Mundial, pero Brasil se enfrenta a otros retos más importantes.
El estado iberoamericano es relativamente seguro y durante la celebración del campeonato de fútbol la protección al turista se incrementará. La Oficina de Drogas y Crímenes de las Naciones Unidas estima que en Brasil se cometen al año 25 homicidios por cada 100.000 habitantes, según datos de 2012, una cifra que se ha incrementado levemente con respecto a 2010, cuando la media era de 22 homicidios por 100.000 habitantes. El Gobierno federal ha creado una policía turística y cada uno de los estados en que se celebrarán los partidos reforzarán la seguridad de las ciudades sedes. Según un estudio de Datafolha (un instituto de estudios de opinión), un 20% de los brasileños mayores de 16 años han sido víctima de un crimen en los últimos doce meses (desde robos hasta allanamientos de morada). Los números deben servir como indicador para tener precaución, pero tampoco deben generar miedo. Por ejemplo, el último Mundial de fútbol se celebró en Sudáfrica en 2010, cuando la media de homicidios en el país africano fue de 31 por cada 100.000 habitantes, por encima de Brasil, y no sucedió ningún incidente remarcable.
Brasil, un país de grandes desigualdades
Otra cosa es la impresión que el Mundial provoca entre los propios brasileños. Durante 2013, Dilma Roussef, la presidenta de Brasil, se enfrentó a diversas movilizaciones en ciudades del país, principalmente en Sao Paulo, en las que se reclamaban mayores inversiones en proyectos sociales y una mejora de oportunidades para la gente más empobrecida. Todo empezó con la subida de precios en los transportes públicos de las grandes ciudades, lo que motivó la ira de sus ciudadanos, que ven como sus salarios no aumentan al mismo ritmo. Esto llevó a una protecta contra las inversiones millonarias para la construcción de estadios y mejora de ciudades sede de cara al Mundial, proyectos en los que ya se han gastado 10.000 millones de dólares.
Pero en realidad, los motivos que laten tras estas manifestaciones son la percepción de los brasileños de que su dinero no se emplea en la mejora general del país. Una encuesta de la firma Datafolha revela que el 41% de los encuestados en Brasil está en contra de la celebración del Mundial y sólo un 48% tiene una opinión favorable. Las obras de los estadios están costando más dinero del previsto y, además, van con retraso. En este sentido, la FIFA, asociación internacional de clubes de fútbol que funciona como un verdadero lobby, estricta con el cumplimiento de los tiempos de construcción. Rousseff ha asegurado en diversas ocasiones que los estadios estarán listos para la ceremonia de inauguración.
El problema que perciben los brasileños es que se están gastando cantidades ingentes de dinero para un evento que dura un mes. Y que esto se realiza en un estado que es incapaz de proporcionar servicios básicos a sus ciudadanos en sanidad, educación o transportes. La cuestión es si se están retrasando inversiones en infraestructuras más vitales para Brasil, como transportes públicos, para preparar estadios modernos. El hecho es que el apoyo al mundial ha caído del 79% de noviembre de 2008 al 48% de abril de 2014.
Prueba de cara a los JJOO de 2016
La celebración del Mundial y su éxito serán una prueba para saber cómo se desarrollarán los Juegos Olímpicos de 2016, que tendrán lugar en Río de Janeiro. Rousseff ya ha recibido varios avisos de sus ciudadanos y debería poder usar el Mundial y los JJOO para que Brasil diese un paso de gigante en la escena mundial y en Latinoamérica.
En lo que a turismo se refiere, el país es un receptor de visitantes de su área de influencia en el continente americano, pero desde hace seis años viene intentando elevar sus números en visitas de europeos. Aunque las cifras de llegadas turísticas van en esta línea, la realidad es que el potencial turístico de Brasil todavía no es percibido en su totalidad en Europa. La seguridad, las mejoras sociales y una promoción que acerque la oferta del país a las demandas de los europeos son las claves para conseguir un cambio duradero.