Eliminar el turismo sexual en Tailandia

Luces de neón en Pattaya (Tailandia) | Foto: Jorisamonen para Pixabay

Silencio absoluto sobre la magnitud del turismo sexual en Tailandia. En julio, Kobkarn Wattanavrangkul, ministra de Turismo del país, fue contundente: “queremos que Tailandia se conozca por la calidad de su turismo. Queremos a la industria del sexo fuera”. Sin embargo, no será fácil erradicar un negocio que aporta millones de dólares a este estado asiático y que atrae al 60% de los turistas varones que llegan al mismo, según la ONG Night Light. Cada año, la prostitución en Tailandia, menores explotados por medio, mueve 1.200 millones de dólares.

“Hablemos claro: el gobierno tailandés fomenta el turismo sexual, porque es un gran negocio y genera muchos beneficios [económicos]”, explica Mabel Lozano, presentadora de televisión, directora de documentales y activista frente a la explotación sexual. Lozano se ha especializado en la investigación y la denuncia de la trata de personas: “es el tercer negocio ilícito que más dinero genera tras el tráfico de armas y el narcotráfico”.

Los datos sobre la prostitución en Tailandia y lo que significa esta actividad para el turismo del país asiático son tan escurridizos como las mafias que se dedican a ello. “No existen cifras sobre el impacto que supone la existencia de la explotación sexual vinculada al turismo en términos económicos (por tratarse de una actividad ilegal), pero sabemos que es elevado”, explica Tomás Aller, coordinador general de la Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil (FAPMI) y socio de ECPAT España (siglas de End Child Prostitution in Asian Tourism).

El problema del turismo sexual no se da sólo en Tailandia, ya que otros países del Sudeste asiático, como Filipinas, también son conocidos por esta práctica. La Guerra de Vietnam fue la espita para que los soldados estadounidenses usasen los países limítrofes como lugar de descanso y escape para sus deseos carnales. La consecuencia es que el negocio de la prostitución se incrementó en los estados que lindaban con Vietnam.

Sin esconderse

En 2014 llegaron al sudeste asiático 96,6 millones de turistas, un 8,5% más con respecto al año anterior. Muchos de estos visitantes acuden con una finalidad sexual, a pesar de que la prostitución suele estar prohibida, como en el caso de Tailandia, lo que no impide que se desarrolle con toda impunidad en la calle. El Committe on the Rights of the Child explica en un informe de 2012 que “la prostitución es practicada abiertamente en Tailandia, involucrando a un alto número de jóvenes y la corrupción de oficiales de policía, envueltos en el tráfico sexual de niños”.

Llegada de turistas a los países del Sudeste de Asia

Y estas visitas, de turistas sexuales o no, reportan a los países de la región ingresos turísticos por valor de 107.400 millones de dólares. Si circunscribimos los datos a Tailandia, el país recibió 26,55 millones de turistas en 2013, un 18,8% más, que dejaron unos ingresos de 42.080 millones de dólares. Chinos, malasios, japoneses, rusos, coreanos, indios británicos y australianos son los principales visitantes. Frente al perfil de varón blanco occidental que buscaba estos servicios, la demanda de turismo sexual se ha universalizado y localizado. Aller indica que “pueden ser tanto extranjeros como locales, viejos o jóvenes, y algunos son pedófilos, aunque la mayoría no”.

El turismo aporta a Tailandia el 9% de la riqueza del país asiático. La cuestión es si el Gobierno tailandés se atreverá a poner coto al negocio milmillonario de mafias y proxenetas. Porque no sólo es el dinero que muchos turistas dedican a la prostitución, sino los gastos asociados al destino donde se producen estas prácticas. Si el interés sexual decae en estos lugares, los turistas pueden dirigirse a otros con mayores facilidades.

Para acabar con el turismo sexual, Wattanavrangkul no sólo debe decirlo, sino que tendrá que adoptar medidas que apoyen esta estrategia. Y no sólo las policiales, un aspecto en el que Tailandia ha mejorado en los últimos años, sino también las educativas. Aller explica que se “deberán aunar esfuerzos en la educación y sensibilización social sobre esta problemática, endurecer las leyes que favorecen la impunidad del turista que acude a Tailandia buscando servicios sexuales y plantear un modelo de país que no cuente con esta opción como forma de vida y enriquecimiento para millones de personas”. Es decir, un cambio de mentalidad total. Sobre todo en localidades tailandesas como Pattaya, a la que el informe de ECPAT califica como “el punto de encuentro de los hombres para la explotación sexual”. Y todo debe ir unido a la puesta en marcha de una estrategia potente que permita a Tailandia atraer a otro tipo de visitante interesado en su cultura, naturaleza y patrimonio histórico.

Soluciones difíciles

Algunos informes, como los realizados por el enviado especial de la ONU sobre la venta de niños, cifran el negocio de la trata con jóvenes entre 3.000 y 20.000 millones de dólares anuales. Otro estudio de ECPAT International calculaba en 73.917 el número de trabajadores del sexo repartidos en 16.270 establecimientos comerciales de Tailandia. En 2012, el Ministerio de Sanidad Tailandés elevaba esta cifra hasta los 140.000 trabajadores del sexo, aunque los datos siempre se mueven en horquillas más o menos grandes.

Llegada de turistas e ingresos a Tailandia

Mabel Lozano explica que en Tailandia “la mayoría de los clubes son fachadas de prostíbulos ilegales en los que se explota sexualmente a miles de niñas menores de edad”. Por su lado, Aller sostiene que los “costes sanitarios y sociales lastran el desarrollo de muchas áreas y ciudades”, limitando “las condiciones la vida de las víctimas, que en muchos casos no logran salir de la trama explotación a lo largo de toda su vida”.

En realidad, la prostitución no sólo beneficia a mafias y proxenetas, sino también a las familias de niños y niñas vendidos con estos fines. Lozano indica que “las remesas que llegan a muchas familias, producto de la venta de sus hijas, es suficiente como para mantenerlas”. Esto también ayuda a que no se denuncien estas prácticas y que las familias se conviertan en cómplices de las mismas.

Por ello, la clave de la estrategia que debe desarrollar el gobierno tailandés se encuentra en dar oportunidades a las personas que se extraigan de este negocio, educarles y facilitarles una integración en el mercado laboral lo suficientemente digna como para que no tengan que recurrir a la prostitución.

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