Garzón y las verdades del turismo que duelen

Alberto Garzón, ministro de Consumo | Foto: Congreso de los Diputados

Las últimas declaraciones de Alberto Garzón, ministro de Consumo, han escocido en el sector empresarial turístico, que tiene tendencia a la rápida indignación. En una comparecencia en la comisión que controla la actividad de su ministerio, Garzón reflexionó sobre el modelo productivo español y explicó por qué otros países europeos cuentan con mejores herramientas para salir de la crisis económica provocada por la pandemia de coronavirus Covid-19.

En el caso español, Garzón indicó que, cuando España se integró en la Unión Europea en 1986, tenía un largo recorrido por delante en lo que a competencia industrial se refería. Países como Alemania se habían especializado, y siguieron haciéndolo, en sectores tecnológicos y de fabricación que requerían trabajadores más especializados, a los que se pagaban salarios más altos. En este contexto, Garzón explicó que España se había especializado en

“sectores de bajo valor añadido, la hostelería, el turismo, la exportación de productos poco manufacturados, poco valor añadido, estacionales, precarios… Por ejemplo, el turismo seis meses el hotel abierto y los otros seis meses no.  Al final, eso nos ha llevado a una situación de debilidad estructural tal que cuando ocurren cosas como esta [la crisis económica] tenemos menos instrumentos para salir adelante, en política fiscal, pero también en política industrial”

No vamos a justificar al ministro, no es nuestra misión. Pero de sus palabras se concluye que Garzón no ha insultado al negocio turístico, sólo ha enunciado un conjunto de hechos económicos que están en las cifras productivas de España. Para comprobarlo, merece la pena leer el Diario de Sesiones de la comisión y ver el vídeo completo, y no los cortes interesados que circulan por las redes sociales, que sólo sirven para descontextualizar y manipular, creando mensajes interesados para unos y para otros.

Garzón sólo ha realizado un retrato acertado del modelo productivo español, donde el comercio, la hostelería, el ocio y el transporte aportan el 28% de la riqueza, mientras que las actividades industriales sólo suponen el 16%. Son datos del Instituto Nacional de Estadística. Organismo que también registra que el salario medio en la hostelería (12.073 euros en 2018), negocio que da empleo a 1,8 millones de personas, el 9% de todos los trabajadores de España, es uno de los más bajos de todas las ramas de actividad. A lo que se suma la temporalidad de la mayoría de empleos de la hotelería y la restauración, lo que no es culpa directa de los empresarios, sino consecuencia de un modelo de turismo que sigue primando la concentración de turistas entre junio y octubre, lo que deja siete meses casi en blanco en determinados destinos turísticos, como los del litoral mediterráneo. Por no hablar de las condiciones de trabajo de algunos colectivos, como las limpiadoras de habitaciones de hotel, conocidas como kellys o los repartidores de comida a domicilio, la gran mayoría falsos autónomos de multinacionales como Deliveroo o Uber Eats.

Con estos mimbres, con un sistema productivo que depende de la masiva llegada de turistas del Reino Unido y Alemania, con los vuelos internacionales suspendidos, y con la disminución de aforo y actividad que impone la contagiosidad del Covid-19 hay que darle la razón a Garzón en que España lo tiene difícil. No es culpa del sector empresarial turístico, que se ha lanzado a degüello guiado por asociaciones y entidades igual de dogmáticas y demagógicas que los voceros del extremo político contrario, es una responsabilidad histórica de años, de gobiernos estatales y autonómicos de diferente tendencia política. En vez de acusar, pedir dimisiones y vocear, el sector debería reclamar un cambio del modelo turístico, productivo del país y, más importante, de la mentalidad empresarial para que la riqueza que puede generar un turismo de calidad también revierta en los trabajadores. Todos saldremos ganando, hasta los empresarios.

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