Madrid tiene fama de ser una de las capitales con el transporte público más caro del país mediterráneo, aunque si sus precios se comparan con los de otras capitales europeas, Madrid es más barata. No obstante, la clave se encuentra en la relación del precio con el poder adquisitivo de los ciudadanos y con los costes del sistema de transportes.
En Madrid, la OCU ha detectado que un usuario de autobús que compre un abono mensual (cuesta 54,60 euros) y realice 50 viajes al mes, gasta 1,09 euros por viaje. Este importe es un 70% superior a la media del resto de capitales españolas analizadas por la OCU, que se encuentra en los 0,64 euros. La asociación explica que con el gasto de un año de viajes en bus en Madrid se podría viajar casi dos años en el mismo medio de transporte en Bilbao o Sevilla.
Las siguientes capitales más caras para moverse en autobús son Alicante, Vigo, Barcelona, A Coruña, Huesca, Las Palmas de Gran Canaria y Oviedo. Por su lado, Albacete es la ciudad más barata en la que viajar en autobús, ya que tiene un abono mensual por 15 euros.
Sin embargo, la OCU no aclara que no se pueden comparar ciudades tan diferentes a la ligera y sin explicar bien los fundamentos de las tarifas de transporte. Para empezar, el abono mensual de Madrid al que se refiere la OCU permite viajar en autobús urbano, en los buses interurbanos (que conectan los pueblos de la comunidad autónoma), en el Metro y en los trenes de Cercanías. Es decir, que con el precio de ese abono se deben cubrir los posibles gastos que origine el viajero en cuatro medios de transporte diferentes, que puede usar con total libertad las veces que considere necesario.
En el caso de Albacete, el abono mensual de 15 euros sólo sirve para el servicio de autobuses urbanos y no cubre otros medios de transporte. Además, la capital manchega sólo tiene cinco líneas de autobuses, frente a las más de 200 líneas de Madrid. Esto último supone más conductores de buses que en Albacete, mayor gasto en vehículos, combustible y otras inversiones. Por lo tanto, la comparación de la OCU debe matizarse y contextualizarse adecuadamente.
Como decíamos al principio, una comparación correcta sería posible teniendo en cuenta el poder adquisitivo en cada una de las capitales, lo que permitiría ponerlo en relación con el título de transporte. Además, en el caso de Madrid, y de otras grandes urbes como Barcelona o Valencia, el precio que paga el usuario no cubre los costes reales del servicio, por lo que las administraciones deben poner dinero de su bolsillo para poder operar los transportes públicos. Y este dinero, no lo olvidemos, es de todos los ciudadanos, porque proviene de los impuestos, incluso de los de aquellas personas que no usan el transporte público.
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