Los más de 80 millones de turistas que ha recibido España en 2017 son la excusa perfecta para que los políticos nacionales no aborden los principales problemas que afronta el negocio turístico. Uno de los más esenciales es la precariedad laboral del sector, que sigue creciendo en igual medida que el número de visitantes que llegan al país europeo.
Exceltur, el grupo de presión que aglutina a las principales empresas del negocio turístico en España, ha realizado una encuesta en el sector para concluir que el 89% de los empresarios espera incrementar su facturación y que el 91% prevé crecimientos en su beneficio durante 2018. Sin embargo, un 70% de estos empresarios piensa que no creará empleo en este nuevo ejercicio o como mucho incrementará su plantilla un 5%. Sólo un 2,4% de los preguntados tiene intención de elevar su plantilla entre un 5% y un 10%.
El mensaje es claro: a pesar de los mejores resultados que se esperan, estas cifras no se trasladará a la calidad del empleo, como viene sucediendo desde hace cinco años, momento en que el sector empresarial turístico empezó a recuperarse del bajón del consumo que había provocado la crisis económica. Conocido es el caso de las kellys, las limpiadoras de habitaciones de hotel, que cobran salarios míseros a pesar de las subidas en ocupación, facturación y beneficios de los alojamientos. En algunas comunidades autónomas, como las Islas Baleares, se han dado los pasos para negociar convenios colectivos que dificulten las externalizaciones para conseguir salarios dignos en un trabajo que conlleva un conjunto de problemas de salud.
El turismo, como las personas, es un sector contradictorio. Así que es fácil sacar brillo a las grandes cifras (80 millones de turistas) y barrer bajo la alfombra las más feas, como la temporalidad de los nuevos contratos de trabajo en las empresas del sector. Parece un mantra, pero es que la contratación temporal supone que el trabajador no tiene certidumbres: ¿seguirá empleado el siguiente mes?, ¿podrá pagar sus facturas y podrá comprometerse en inversiones a largo plazo, como la compra de un piso o un coche?, ¿podrá disfrutar de vacaciones y contribuir al movimiento económico en el sector?
En el tercer trimestre de 2017, en plena temporada alta (meses de julio a septiembre), el número de contratos temporales creció un 4,7% con respecto al mismo periodo del año anterior. En los hoteles, los contratos temporales subieron un 4,6%, mientras que en restaurantes el incremento es del 5,1%. Con todo, el aumento de contratos temporales es más sangrante en otras actividades de la industria turística, con un 9,4% más, epígrafe en el que se incluyen actividades como los parques de ocio.
En el trimestre con más turistas viajando por España, los contratos temporales supusieron el 39% de todos los firmados en la industria turística. En los hoteles, entre julio y septiembre, el 41% de los empleados tienen contrato temporal, cifra que llega al 50% en los restaurantes. Y estos números son similares a lo largo de todo el año. El problema no es sólo de los empresarios, que tienen que lidiar con una estacionalidad que concentra en verano la afluencia masiva de turistas, sino del modelo turístico español, que se fundamenta en los turistas de Centroeuropa y de Europa del Norte que vienen a disfrutar de las playas españolas a precios de derribo. Y los responsables de este modelo son las autoridades políticas y el sector empresarial, que en connivencia público-privada siguen facturando sin pensar en el futuro del negocio y del país, salvo escasas excepciones.
Desde las patronales siempre se repite lo mismo: “es mejor trabajar que estar en paro, aunque sea con un contrato temporal”. Pero este pretendido axioma, que no es tal, sólo esconde la justificación para construir pocas y grandes fortunas sobre los hombros de muchos empobrecidos.