La cara oculta de los 80 millones de turistas extranjeros que han visitado España en 2017 es la saturación de los destinos turísticos. Y ello ha llevado a las principales capitales españolas a declarar una moratoria en las licencias que conceden para abrir nuevos hoteles u otro tipo de alojamientos, como pisos turísticos. Además, se da la coincidencia de que estas moratorias se han puesto en marcha por los nuevos partidos políticos surgidos en España tras las elecciones municipales de 2015, más sensibles a los efectos perniciosos del liberalismo económico, y cercanos a la órbita de Podemos: Barcelona en Comù en la ciudad catalana; Ahora Madrid en la capital española; y Compromís en Valencia, donde gobierna en coalición con PSOE y Valencia en Común.
El Ayuntamiento de Barcelona fue pionero en aplicar una suspensión al desarrollo de proyectos hoteleros de nueva planta, aunque sí permitió la finalización de aquellos que estaban en marcha o la reconversión de determinados edificios. A la ciudad condal se le ha unido hace pocas semanas Madrid, que también estudia la implantación de una moratoria en determinados barrios del centro de la ciudad, donde la presión turística es un problema para los residentes.
La última capital en adoptar una medida similar ha sido Valencia. Vicent Sarriá, concejal de Desarrollo Urbano, ha anunciado la suspensión de la concesión de licencias para uso hotelero o apartamentos turísticos en todos los barrios de Ciutat Vella. Este distrito comprende toda la zona histórica de la ciudad mediterránea y la medida impedirá que edificios que tienen una calificación residencial puedan cambiar a un uso hotelero. Sólo las licencias que están en tramitación seguirán el proceso administrativo hasta el final para poder abrir nuevos hoteles o apartamentos.
La irrupción de las viviendas turísticas que alquilan particulares gracias a plataformas como Airbnb ha provocado que el turismo en las grandes ciudades haya mutado en los últimos dos años. De un turista urbano que se alojaba en los hoteles de la ciudad y producía un mayor gasto se ha llegado a un perfil de visitante que se aloja en bloques de viviendas con los consiguientes problemas de convivencia por los ruidos o la suciedad. Y que, además, gasta poco dinero en el destino.
El impacto para la inversión hotelera de las moratorias ha sido dispar. Hasta el momento sólo se conoce el de Barcelona, que lleva dos años de aplicación. Según datos de la consultora inmobiliaria Irea, la suspensión de licencias en Barcelona produjo una pérdida de 3.000 millones de euros de inversión en nuevos desarrollos hoteleros en la ciudad. Cuando entren en vigor las moratorias de Madrid y Valencia se sabrá el efecto económico en el desarrollo hotelero de estos dos municipios. En el caso de Madrid, durante los últimos tres años se han ejecutado proyectos de alta categoría, sobre todo en el entorno de la Gran Vía y en la Plaza de España, que de tener cero hoteles ha pasado a contar con tres a la espera de que abra sus puertas el alojamiento que la empresa mallorquina Riu está construyendo en el antiguo Edificio España. En los últimos tres años, Madrid ha acaparado 1.703 millones de euros (en 2015: 582 millones; en 2016, 484 millones; en 2017: 637 millones), según Irea. Parte de ese dinero ha llegado a la capital española por el efecto de la moratoria de Barcelona, pero también por el incremento de la rentabilidad hotelera de la ciudad.
Las moratorias también tienen otros efectos beneficiosos. El primero de ellos afecta a los hoteleros y es la limitación de la competencia, cuyo efecto es que los empresarios del sector que ya están funcionando en la ciudad pueden elevar sus precios, porque el número de camas disponibles no se incrementa. Por otro lado, la moratoria permite mantener la esencia de los barrios residenciales en los que se aplica, ya que las plataformas que defienden la vida vecinal argumentan que el precio de la vivienda y de los alquileres aumenta con la aparición de los pisos turísticos y de los complejos hoteleros que se instalan en el barrio. También se quejan de que se pierde la vida vecinal del barrio, con el cierre de tiendas tradicionales, por ejemplo, para acabar asentándose firmas multinacionales que lo estandarizan todo.
Sin embargo, existen estudios como el elaborado en la Universidad de Islas Baleares en el que se indica que no hay una relación tan intensa entre la aparición de pisos turísticos y el crecimiento de los precios del alquiler, sino que es un efecto de la escasa oferta de vivienda en arrendamiento y del cambio de tendencia en la sociedad, que prefiere el alquiler frente a la compra de vivienda.