ÁVILA.- El Monasterio de Santo Tomás es uno de esos lugares que, por situarse fuera del área amurallada de la capital castellanoleonesa, pasa desapercibido en las rutas turísticas. Y, sin embargo, puede ser el enclave más atractivo que ver en Ávila en un día por su historia, el arte que atesora y algunos detalles curiosos de su interior. Entre estos últimos se encuentra el Museo de Arte Oriental, uno de los dos que existen en España, y que guarda piezas que nos trasladan a un viaje por la cultura y el arte de Asia.
El museo se localiza en el Patio de los Reyes Católicos del monasterio, llamado así porque este era el lugar de veraneo de los monarcas cuando pasaban por Ávila. La exposición se distribuye por once salas, fue inaugurada en 1964 gracias al Padre Isaac Lequete y cuenta con obras que proceden de Japón, Vietnam, Filipinas y China. Si le preguntásemos al famoso semiólogo italiano Umberco Eco, nos diría que estas piezas son el indicio indiscutible del afán viajero y proselitista de los padres dominicos para extender el credo cristiano. Aunque las obras de la muestra proceden de Oriente, no todas se han adquirido en los países del otro lado del globo, ya que algunas se compraron en Portugal y Madrid, puesto que estaban en manos de otros coleccionistas.
La cultura ancestral del país asiático, antes de la Revolución China, ha estado muy relacionada con la espiritualidad y la religión, con dos corrientes principales: el budismo y el confucianismo. En las salas del museo se encuentran diversas representaciones de ambas, con figuras traídas por el Padre Gaspar Da Cruz, el primer dominico que arribó a estas tierras orientales en 1556. La pieza más antigua del museo es una campana de bronce del siglo V a. C. que se usaba en las ceremonias del culto a los antepasados.
Objetos en laca, bordados, porcelana o marfil van dándose la mano de sala en sala para completar una representación casi exhaustiva del arte chino. De una belleza espectacular son las piezas trabajadas en marfil, muchas de ellas casi imposibles de conseguir, puesto que constan de elementos encajados en otros y que llevan a pensar en la pericia de los maestros que trabajaron este material. Por su lado, los platos de porcelana son muy curiosos: datan del siglo XVI y muestran representaciones del Nuevo Testamento. Lo destacable es que los personajes (Jesús y los apóstoles) tienen rasgos y vestimentas chinos. Con ellos se nos da una idea de la labor publicitaria y de marketing que seguían las órdenes religiosas para promover el mensaje cristiano entre personas con otro tipo de creencias. Lo que hoy se repite como un mantra (adaptarte a tu público para vender) ya estaba inventado en el siglo XVI.
Los contenidos del museo de completan con piezas de Vietnam (donde llegaron los dominicos en 1676), Japón (con quimonos bordados) y Filipinas (donde los dominicos desembarcaron en 1579). Este último archipiélago estuvo bajo dominio español hasta 1898 y permitió que los dominicos creasen una universidad en el mismo.
El Museo de Arte Oriental de Ávila tiene un símil en el que se encuentra en Valladolid, má santiguo, pues se fundó en 1874 y con 18 salas, con la diferencia de que este último fue creado por los padres agustinos, una orden diferente a los dominicos, aunque bajo el mismo credo cristiano. Más allá de cuestiones religiosas y de tamaños, lo verdaderamente interesante es que los dos museos suponen una recopilación perfecta de arte oriental en España y una excusa para sumergirse en un mundo poco tratado, como es el papel de las misiones religiosas y los viajes que realizaron.
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