En el Ministerio de Industria, Energía y Turismo deben de tener pocas ocupaciones, porque una de las últimas ocurrencias de sus responsables ha sido la de modificar la norma que regula la medalla y la placa al Mérito Turístico que otorga este organismo. El dato no sería significativo si no fuese porque estos premios ya fueron regulados en el año 2005 por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE). El nuevo Ejecutivo de Mariano Rajoy (PP), con José Manuel Soria como ministro de Turismo, se escuda en que, desde entonces, “el sector turístico ha experimentado enormes transformaciones, con la aparición de las compañías aéreas de bajo coste, la incorporación de nuevos destinos turísticos y la irrupción de las nuevas tecnologías y de las redes sociales”, lo que obliga a modificar la normativa. Bien, las aerolíneas low cost ya operaban en 2005, los nuevos destinos turísticos (habrá que saber a cuáles se refiere) también estaban ahí. Lo único que puede tener sentido es la importancia que han ganado las redes sociales como plataformas de promoción.
A pesar de ello, los cambios en la normativa son mínimos, casi cosméticos. En vez de usar las denominaciones que Miguel Sebastián, ministro de Industria, Turismo y Comercio en 2005, instauró para las medallas, se aprueban otras con conceptos tan ambiguos como innovación, promoción, sostenibilidad o internacionalización. Las categorías de 2005 tampoco eran mejores, aunque algunas sí sonaban más concretas: hostelería, servicios turísticos, sector público, conocimiento turístico o ámbito internacional.
Las medallas y placas al Mérito Turístico fueron creadas en 1962 por deceto, cuando Manuel Fraga era ministro de Información y Turismo en el régimen dictatorial del general Franco. Entonces nuestro turismo estaba empezando a despegar con la llegada de visitantes extranjeros en busca de sol y playa. La implantación de estas condecoraciones era una forma de estimular al sector para que mejorase su calidad y de dar una etiqueta para generar confianza entre los turistas. Entonces había tres categorías: oro, plata y bronce.
Hasta 2005, esta condecoración, que ha premiado a muchas figuras del sector a lo largo de los años (muchas veces sin causa justificada), no fue regulada para ajustarla a las nuevas necesidades de la economía española y a su modelo turístico. Hoy, más que para atraer y orientar al viajero, estos premios sirven como reconocimiento a aquellas personas o empresas que han tenido un papel significativo en el sector. Pensamos que, para poner en valor verdaderamente estos galardones, se debería realizar una regulación más seria, que establezca los requisitos para optar a su consecución y que los expedientes que se abran para la misma sean públicos y transparentes.