El precio del barril de petróleo Brent, el usado en Europa, se encuentra en mínimos de hace cuatro años, cotizando a 79,70 dólares el barril en el último cierre de sesión. Por su lado, el barril Texas, de referencia en los EEUU, cerró su cotización en el mercado a 76,81 dólares. ¿Qué tiene que ver esto con el turismo y los turistas? Mucho. La caída en los precios del petróleo afecta de forma directa al coste de las empresas turísticas, como las aerolíneas y las relacionadas con el transporte, que al final repercuten una parte de este coste en los precios que cobran a los consumidores en sus billetes. El retroceso en el precio del petróleo no se reflejará de forma inmediata en las tarifas aéreas, ya que la mayor parte de compañías compran sus reservas de combustible con plazos de meses a un precio medio, pero si la tarifa por barril se mantiene en la actual cotización o se reduce más, el importe de los billetes también descenderá en los próximos meses. La consecuencia puede ser beneficiosa por dos motivos: en primer lugar, reducirá los costes de las aerolíneas, permitiéndolas ganar más dinero y realizar inversiones; por otro lado, la bajada de tarifas aéreas puede animar al consumidor a viajar más, generando un círculo beneficioso de ingresos en el sector turístico.
El resto de empresas que se dedican al turismo también se verán beneficiadas por la bajada del petróleo. Hoteles y restaurantes pagarán menos por sus facturas energéticas, lo que les permitirá ganar más. En este caso es difícil que un descenso en los precios del crudo se traslade a las tarifas que se cobran al consumidor, puesto que los precios hoteleros están muy ajustados y en constante reabaja para estimular la demanda de los clientes. Sin embargo, si la tendencia de viajes entre españoles y extranjeros se sigue manteniendo al alza, el descenso de los precios del petróleo generará mayores beneficios para los hoteleros, que podrán reinvertirlos en la creación de puestos de trabajo. Aunque este último punto dependerá de la demanda turística.
En lo que se refiere a la economía en general, si el precio medio del barril Brent se mantiene en 80 dólares, España se ahorraría 8.000 millones de euros anuales en la compra de petróleo y gas. El país mediterráneo tiene una fuerte dependencia de las energías externas y se ve obligado a adquirir a los países productores petróleo y gas para satisfacer su demanda energética, es decir, la de los comercios, fábricas y hogares. Junto con la pérdida de valor del euro frente al dólar, la bajada en los precios del crudo puede hacer que la economía española crezca entre un 0,5% y un 1% en el próximo año. Y este mayor crecimiento económico puede suponer un descenso de las cifras de paro. En cualquier caso, la salida de la profunda crisis laboral que atraviesa España no depende del precio del petróleo ni de la llegada de turistas, sino del cambio del modelo productivo del país.
Peligros de un precio bajo
Pero en una economía global tan interconectada y compleja no todo es tan sencillo. Los países productores de petróleo, agrupados en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), ya han advertido de que el precio de 80 dólares por barril no se puede mantener a medio plazo, ya que implicaría un descenso en la inversión para obtener crudo, lo que llevaría a un desabastecimiento. El interés de estos países, la mayoría monarquías absolutas de Oriente Medio, aunque también forman parte de la organización Ecuador, Angola y Venezuela, es mantener un precio alto, no sólo porque parte del mismo se dedique a buscar nuevos pozos petrolíferos y a continuar la extracción, sino porque les reportan grandes ingresos. Con estos ingresos, los regímenes absolutos del Golfo Pérsico se pueden permitir subvencionar los precios de determinados productos para su población, mantiendo sistemas productivos controlados y poco eficientes. Si sus ingresos por petróleo caen, los subsidios se verían comprometidos y el incremento de precios en sociedades pobres podría llevar al inicio de protestas y movilizaciones en estos países.
Otro problema de un precio tan bajo es que indica que la economía mundial no va todo lo bien que debiera. La tarifa por barril ha caído debido a la menor demanda, que a su vez es consecuencia de la recesión económica en las principales economías mundiales. El descenso del precio del petróleo también conlleva que se produzca deflación, es decir, que el precio de los bienes caiga. En países con una fuerte dependencia energética, como España o la mayoría de los europeos, esta deflación se nota más, ya que el precio del combustible tiene un peso importante en el cálculo de este índice. En términos prácticos, una deflación continuada lleva a una nueva crisis, ya que los precios siguen su tendencia a bajar, lo que genera menos ingresos a las empresas, que obtienen, menos beneficios, crean menos empleo, o despiden a sus trabajadores por no poder mantener los niveles de producción al existir menos demanda, y crece el paro, los ingresos fiscales del Estado son menores y las partidas dedicadas a servicios públicos se ven reducidas. Todo ello da lugar a un círculo vicioso que es difícil romper.
Cosa diferente sería si el precio del petróleo se mantuviese bajo, pero la actividad en los países industriales creciese y la demanda se incrementase, a pesar de que existiese una pequeña deflación en los precios. Sería un escenario ideal que garantizaría crecimiento económico, pero que parece muy improbable que se produzca. El 27 de enoviembre, los países productores de la OPEP se reunirán en Viena (Austria) con la idea de reducir la producción de petróleo para elevar el precio del crudo y desterrar estos fantasmas. La parte negativa es que billetes de avión, de autobús o la gasolina que se usa en los coches volverán a encarecerse.
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