MADRID.- El Gobierno español ha vuelto a destacar las cifras de turistas internacionales como un hito histórico, pero sin incidir en su origen y en los desafíos que laten bajo las mismas. Hasta julio han llegado a España 36,31 millones de turistas, según la estadística oficial Frontur, un 7% más que en los siete primeros meses de 2013, que ya fue un año de récord para la industria turística española. Sin embargo, este dato oculta sombras. La primera es que, a pesar de que España cuenta con recursos turisticos de todo tipo, el 83% de los turistas que llegan al país mediterráneo lo hacen a regiones de playa. En segundo lugar, la mayor parte de los destinos turísticos españoles de costa no se han renovado en los últimos ejercicios, por lo que son anticuados y su calidad muy baja.
La consecuencia directa de estos dos problemas es que los precios que se ofrecen a los turistas extranjeros son muy bajos, atrayendo a un público de reducido nivel adquisitivo y que en muchos casos provoca problemas cívicos, como en Magalluf (Palma de Mallorca), Salou (Tarragona) o Barcelona. Es decir, un turismo de masas poco cualificado y que puede llevar a la muerte a los destinos turísticos. Amén de que los precios bajos y la falta de calidad conllevan reducción de beneficios para las empresas turísticas y salarios mínimos para sus trabajadores. Un círculo vicioso que parece no preocupar en el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, que dirige José Manuel Soria. De hecho, en el recuento oficial de turistas sólo aparecen seis comunidades autónomas, todas ellas de costa, excepto Madrid. El resto de regiones del interior español, que sólo atraen al 9% de turistas internacionales, no aparecen ni desglosadas en los informes mensuales.
Soria ha declarado en los últimos días a la cadena de radio COPE (Cadena de Ondas Populares Españolas), controlada en su mayor parte por la Iglesia católica española a través de la Conferencia Episcopal, que el turismo de borrachera, como se ha calificado al tipo de vacaciones de algunos visitantes extranjeros que se caracteriza por el sol, la playa y el alcohol sin freno, “no es representativo” de la oferta turística en España. No hay un estudio que detalle este extremo, pero sí es cierto que los destinos en que se producen problemas de convivencia se caracterizan por contar con una oferta que busca este tipo de turista. Por ejemplo, en determinados hoteles de Magalluf, junto con discotecas y pubs. No así en el barrio de barcelonés de la Barceloneta, donde han aparecido los primeros problemas de convivencia entre vecinos y turistas (algunos desnudos) en 2014. Todos estos hechos tienen reflejo en informaciones de diarios internacionales que no ayudan a la cacareada “Marca España”.
Otra de las cuestiones que no se citan es la explicación de porqué España sigue recibiendo turistas internacionales de forma abundante. Según el último estudio de Exceltur, asociación que agrupa a las grandes empresas turísticas del país con intención de influir sobre el Gobierno, desde el estallido de la denominada “Primavera árabe” y del golpe de Estado en Egipto de 2013, el número de turistas extranjeros con paquete se ha ido incrementando, hasta crecer un 18,6% entre abril y junio. Es decir, que los flujos de turistas son en buena parte artificiales, ya que, como sucedió antes de las crisis políticas en el Norte de África, en cuanto la situación se normalice en estos destinos es más que probable que muchos turistas británicos y alemanes elijan estos países por sus reducidos precios y calidades similares a la costa española. Ello conllevará un descenso en las cifras y afectará a los destinos y negocios, que no han sabido atraer a un turista más cualificado y con mayor gasto.