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Turismo vs. terrorismo: ¿puede afectar el ataque de París?

by REVISTA80DIAS.ES
Manifestante con un ejemplar de Charlie Hebdo en la Plaza Luxemburgo de Bruselas (Bélgica). En el ejemplar se lee: "el amor es más fuerte que el odio" | Foto: Valentina Calà en Flickr
Manifestante con un ejemplar de Charlie Hebdo en la Plaza Luxemburgo de Bruselas (Bélgica). En el ejemplar se lee: "el amor es más fuerte que el odio" | Foto: Valentina Calà en Flickr

Manifestante con un ejemplar de Charlie Hebdo en la Plaza Luxemburgo de Bruselas (Bélgica). En el ejemplar se lee: “el amor es más fuerte que el odio” | Foto: Valentina Calà en Flickr

Turismo y terrorismo, dos realidades que son incompatibles y que se afectan la una a la otra. El reciente ataque contra la redacción de la revista semanal satírica Charlie Hebdo en el corazón de París devuelve al centro del debate la seguridad de los destinos turísticos en un siglo en el que el terrorismo tiene múltiples caras. Y este ataque se produce en Francia, el primer destino turístico del mundo por número de turistas, con algo más de 83 millones recibidos en 2013. Y en París, la décima ciudad del mundo por recepción de visitantes, hasta 9,78 millones en 2012, según los datos de la consultora Euromonitor.

Un ataque tan directo al corazón de Europa y de las libertades que el continente representa, entre ellas la de expresión, pero también la de libre circulación, por ejemplo, puede provocar una caída de los flujos turísticos. España es una de las potencias mundiales en turismo, con más de 63 millones de turistas en 2014, pero también es un objetivo para los terroristas fundamentalistas. Según datos de la World Tourism and Travel Comission, los atentados del 11-S en Nueva York provocaron que el país mediterráneo viese su demanda de viajes disminuir un 5,3% entre 2001 y 2002, lo que provocó una pérdida de 150.000 puestos de trabajo y una caída de los ingresos turísticos en esos dos años del 8%.

En marzo de 2004, España sufrió uno de sus mayores atentados, cuando diversas mochilas bomba estallaron en trenes de Cercanías en Madrid. No hay estimaciones claras, pero los datos de la encuesta Frontur, que elabora el Instituto de Estudios Turísticos (IET), muestran que en abril de 2004 el número de turistas que llegó a Espña se redujo un 0,6% con respecto al mismo mes de 2003; en mayo creció un 4%; en junio se redujo un 4%; en julio creció un 1%; y en agosto se redujo un 1%. Es decir, que fue una temporada veraniega atípica la del año 2004, cuando es el periodo en el que España registra su mayor número de turistas. Con todo, los datos no permiten concluir nada definitivo y, si el atentado tuvo algún impacto, fue menor, ya que el país europeo supo mantener la idea de que era un destino seguro. E incluso las estadísticas del IET muestran que la Comunidad de Madrid incrementó su número de turistas en los meses posteriores a los atentados.

Por lo tanto, más que las acciones puntuales, lo que provoca la disminución de los flujos de visitantes es un estado general de incertidumbre y de inseguridad en los destinos. Nuevamente, España tiene una amplia experiencia en este sentido. El terrorismo de ETA, banda criminal prácticamente extinguida, ha machacado durante más de 40 años a los ciudadanos españoles y vascos. Un estudio universitario del año 2003, realizado por el comandante del Ejército de Tierra Julio César García, especifica que el “terrorismo endémico” en el País Vasco reducía en un 10% el PIB por habitante.

Los asesinatos de 12 personas en París vuelven a poner dos cuestiones sobre la mesa. En primer lugar, que los terroristas se encuentran inmersos en las sociedades que atacan. Y no necesariamente son personas extranjeras a estas sociedades, sino que pueden ser nacionales que han radicalizado su pensamiento. En segundo lugar, como sucedió tras los atentados del 11-S en Nueva York, del 11-M en Madrid o del 7-J en Londres, la seguridad de los países occidentales se verá incrementada, haciendo probable que los viajes sean menos cómodos. Trece años después de los atentados de Nueva York, la seguridad en los aeropuertos aún es una molestia, sumada a las limitaciones de líquidos en los equipajes de mano.

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