Como buena pandemia que se precie, la de gripe A sigue expandiéndose por el mundo, aunque parece que con cuentagotas, de momento. Las informaciones que nos llegan desde Europa sitúan al Reino Unido como el peor país por número de contagiados (29 de ellos han muerto) y por potenciales víctimas (hasta 65.000, según las últimas estimaciones). Este es un tema importante para el turismo, porque precisamente aerolíneas del Reino Unido ya han empezado a vetar la entrada de pasajeros con síntomas a los aviones que salen desde los aeropuertos de Heathrow y Gatwick.
Y seguro que no serán las únicas. Veremos lo que pasa en Europa cuando llegue el invierno y se den las condiciones climatológicas idóneas para la fácil transmisión y contagio del virus. Más vale que las autoridades sanitarias de todo el continente estén preparadas para una emergencia sanitaria que tiene precedentes en la epidemia de gripe aviar registrada en Asia hace unos años. Es verdad que el número de desplazamientos en avión se ha reducido como consecuencia de la crisis, pero la gente seguirá viajando a pesar de todo y en el equipaje no sólo llevarán la ropa y los utensilios de cuidado personal. ¿Habrá que restringir los desplazamientos? ¿Es esto posible y recomendable?
Uno de los focos de peligro que podemos encontrarnos en Europa puede estar en África. No se entienda mal esta afirmación. Los vuelos y desplazamientos al continente africano han crecido en los últimos años y, aunque se han ralentizado con la crisis, todavía seguirán aumentando. Las condiciones sanitarias en muchos países del continente negro dejan bastante que desear, fundamentalmente por la depresión económica que sufren la mayoría de ellos y por la explotación a la que les ha tenido sometida el primer mundo. Por ello, el problema no está en los nacionales de estos países que puedan viajar a Europa (también puede traer el virus un asiático), sino en los europeos que por motivos de ocio o negocios se trasladen a los mismos.
Probablemente debemos prepararnos para pasar un invierno con la mascarilla en el aeropuerto y bajo los controles de las pantallas de calor termal, con las que medirán nuestra fiebre. Como ya pasa en China, por ejemplo.