Esta semana, el presidente estadounidense Barack Obama ha firmado la Travel Promotion Act, ley que pone los cimientos del sistema federal de promoción turística en EEUU. En muchos aspectos sería una buena ley si no fuese por un detalle: deja claro que al Gobierno estadounidense le importa muy poco el turismo.
Y es que la nueva norma establece un “impuesto” de 10 dólares que tendrán que pagar los visitantes europeos que lleguen a EEUU. La idea de esta tasa es que sirva para financiar las actividades de promoción de la entidad creada al efecto por la Ley. Sin embargo, lo más seguro es que provoque el efecto contrario y haga que muchos turistas se piensen la posibilidad de viajar al país norteamericano. Y es que cada vez son mayores las trabas que EEUU establece para atravesar sus fronteras.
Según AHLA (American Hotels and Lodging Association), EEUU ha perdido entre 2000 y 2008 un total de 633.000 visitantes, lo que ha provocado unas pérdidas estimadas para el sector turístico de 182.000 millones de dólares y la desaparición de 245.000 empleos. No nos extraña, ya que la paranoia para evitar atentados, la necesidad de avisar antes de llegar y las trabas en frontera le quitan a uno las ganas.
Hasta ahora, EEUU no contaba con una entidad dedicada a la promoción del país en su conjunto, sino que cada estado daba a conocer su oferta en el exterior. Con la Travel Promotion Act se crea la Corporation for Travel Promotion, un organismo dotado con 100 millones de dólares (una parte financiada con el “impuesto” de 10 dólares a los viajeros) para realizar campañas de publicidad y educativas que animen a viajar a los EEUU. Además, se establece la formación de una campaña público-privada en la que participarán el Gobierno y el sector privado.
El objetivo es que esta nueva Ley atraiga a 1,6 millones de nuevos visitantes, aumente el gasto turístico en 4.000 millones de dólares y genere 321 millones de dólares en impuestos. Sin duda, buenas ideas, pero que han empezado con mal pie.
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